No resulta excesivo insistir en que, hoy día, pareciéramos vivir con una confusión o una indecisión con respecto al tipo de sector de telecomunicaciones que necesita nuestro país. Y su consecuente indefinición nos cuesta mucho en términos de competitividad y bienestar social. Seguimos careciendo de la capacidad que han mostrado nuestros principales rivales comerciales para ajustarnos a las nuevas condiciones económicas que derivan del avance tecnológico, con adecuaciones y reformas regulatorias y legales en el campo de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs).
Es importante -además de urgente- pensar transversalmente en estos temas de las telecomunicaciones y las Tecnologías de la Información.
¿Cómo? De forma tal que, al delinear políticas educativas, se haga en términos del siglo XXI: con conectividad, que no abandone los recursos valiosos de la educación tradicional, pero que se refuerce con ideas como un libro de texto electrónico, aulas digitales, recursos y contenidos en línea, capacitación magisterial remota, etcétera. También, como todo gobierno nacional, estatal o municipal que se pronuncia por ser intensivo en la generación de empleo, que lo haga con un enfoque de capital humano de alta productividad, como la que resulta de las TICs. Y, así, sucesivamente para todos los temas de la agenda nacional como son la seguridad, la salud, el crecimiento económico, el desarrollo integral, la cultura y todos los demás, pero basados y fortalecidos con estos beneficios del -que parece ya imparable- progreso tecnológico.