Las naciones avanzadas son aquellas en las que la creación de riqueza está basada en el conocimiento. Se trata de sociedades que pueden exhibir una serie de resultados en indicadores relacionados con la educación, ciencia y tecnología; innovación y creatividad; producción y exportación de bienes y servicios de alta tecnología; y muchos otros.
Entre los indicadores de las naciones que pertenecen o aspiran pertenecer al club de las Sociedades del Conocimiento se encuentran aquellos relacionados con el uso y apropiación de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC).
En tanto que las TIC han generado una revolución en procesos de gestión de información y dado que prácticamente todas las actividades humanas están vinculadas a dicha gestión, se entiende que contar (o carecer) con una población con las competencias para el uso productivo y creativo de estas resulta determinante para la calidad de vida y la productividad.
China avanza a pasos de gigante hacia el liderazgo mundial, encaminándose hacia una economía del conocimiento. En términos del tamaño (PIB) ya ha desplazado a Japón y se espera que en diez años lo haga con Estados Unidos. Incursiona en el mundo de la alta tecnología a través de empresas como Huawei, que compiten con éxito con las europeas y norteamericanas (Siemens, Alcatel, Ericsson, Cisco, para mencionar algunas). De hecho, muchas compañías occidentales tienen plantas en China o son provistas de partes y componentes elaborados en este país.
El uso de las TIC en esa nación avanza a tasas increíbles. Sin embargo hay preguntas acerca de su futuro político. Como se sabe, hace pocas semanas hubo relevo en la dirección de la cúpula del Partido Comunista chino. La sustitución se realizó en medio de revelaciones acerca del altísimo grado de corrupción de algunos de los miembros de la dirección política china.
Medios como el New York Times, Der Spiegel, The Economist, entre otros, han mostrado cifras escandalosas de enriquecimiento ilícito de parte de algunos dirigentes políticos. Los números son de miles de millones de dólares y se derivan, principalmente, de comisiones recibidas por empresas vinculadas a proyectos de construcción de infraestructura, ferrocarriles y otros proyectos públicos de inversión.
El lío para los corruptos, radica en que, a diferencia de la situación diez o veinte años atrás, el pueblo chino está hoy más conectado a Internet y a las redes sociales. Los dirigentes saben que centenares de millones de chinos, especialmente los jóvenes hablan permanentemente de la corrupción de algunos de sus líderes a través de las comunidades en línea.
Lo anterior significa que los ciudadanos que forman parte de las llamadas sociedades del conocimiento, por virtud del acceso a las TIC pueden ejercer un control ciudadano sin precedentes. En China (lo dijo el nuevo Primer Ministro) solo hay dos alternativas: o cambia el comportamiento de los dirigentes o puede haber una revuelta de proporciones impredecibles.
En conclusión, una ciudadanía con acceso a las nuevas tecnologías puede convertirse en un factor de incalculable poder de control de cara a sus representantes políticos.
Rafael Orduz
Director ejecutivo
Corporación Colombia Digital
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